Ecos del mañana
El descubrimiento

Alanzi
2024.05.23Vistas 12
A la mañana siguiente, tras un abundante desayuno, Pharita y sus compañeras de banda decidieron pasar el día libre haciendo turismo. Pasearon por mercados bulliciosos, probaron delicias locales y se tomaron innumerables fotos con los fans que las reconocieron. La camaradería del grupo era evidente en sus risas y la emoción compartida, pero Pharita tenía la mente en otra parte, atraída por una curiosidad que no lograba identificar.
Al doblar una esquina, un cartel llamó la atención de Pharita:“Museo de Maravillas Antiguas de Metrópolis”.El museo contrastaba marcadamente con la ciudad moderna que lo rodeaba, con su imponente entrada flanqueada por imponentes columnas e intrincadas tallas de piedra. Intrigada, Pharita sugirió que hicieran un desvío.
Dentro del museo, el aire era fresco y olía a papel viejo y madera pulida. Los pasillos estaban repletos de artefactos de diferentes épocas, cada uno contando una historia de la rica historia de la ciudad. Pharita se alejó de sus amigos, atraída por un pasillo tenuemente iluminado con un letrero...“Misterios sin resolver”.
El pasillo conducía a una pequeña habitación circular. En el centro, sobre un pedestal, había un artefacto peculiar: un orbe cristalino con un brillo iridiscente. Parecía latir suavemente, proyectando reflejos prismáticos en las paredes. Pharita sintió una inexplicable atracción hacia el orbe. Extendió la mano, rozando apenas su superficie con los dedos.
Un destello de luz la envolvió y la habitación dio vueltas a su alrededor. Cuando la luz se desvaneció, Pharita se encontró tumbada sobre la suave hierba; los sonidos del bullicio del museo fueron reemplazados por un silencio sereno. Se incorporó, desorientada, y miró a su alrededor.
Se encontraba en un vasto campo abierto bajo un cielo de soles gemelos. El paisaje estaba salpicado de estructuras que parecían integrarse a la perfección con la naturaleza: árboles entrelazados con edificios, arroyos que fluían por parques futuristas. Era un mundo a la vez extraño y familiar.
—Bienvenida, Pharita —dijo una voz suave. Sorprendida, Pharita se giró y vio a una chica de su misma edad parada cerca. Tenía el pelo largo y suelto y llevaba un vestido que parecía brillar a la luz del sol.
—Soy Luna —continuó la chica—. Te estaba esperando.
Pharita parpadeó, intentando comprender lo que estaba pasando. "¿Dónde estoy? ¿Cómo sabes mi nombre?"
“Este es el Reino Paralelo”, explicó Luna. “Un lugar donde la música y la tecnología son una sola cosa. Has sido elegido por tu conexión única con ambas”.
La mente de Pharita daba vueltas. La idea parecía imposible, pero la evidencia la rodeaba. "¿Elegida para qué?", preguntó con una mezcla de miedo y emoción en la voz.
—Para restablecer el equilibrio —dijo Luna enigmáticamente—. Pero primero, necesitamos encontrar a Atlas. Él es el único que puede ayudarte a comprender tu papel aquí.
Pharita respiró hondo; su curiosidad innata superó su aprensión. "Bien, vamos a buscar a Atlas", dijo, con determinación. No podía negar la emoción de la aventura desconocida que la aguardaba.
Mientras se dirigían hacia el horizonte lejano, Pharita no pudo evitar sentir un propósito. No sabía qué desafíos le aguardaban, pero estaba lista para afrontarlos, guiada por los ecos del mañana.