Desde ese día, Sua no pudo dormir.
La imagen del dragón que había visto en el río y el estampado azul en su pecho seguían volviendo a mí. Por mucho que lo lavara, no desaparecía, y bajo la luz, brillaba suavemente.
Y entonces empezaron a suceder cosas extrañas.
Los pasos de la gente, los latidos del corazón, la respiración... las pequeñas cosas sonaban inusualmente fuertes y, de alguna manera, el mundo se había vuelto desconocido.
Una noche, Su-ah caminaba sola a casa cuando se topó con un callejón oscuro. Un sonido frío y chirriante, como el de metal, resonó desde allí.
“……¿Quién está ahí?”
Pregunté con cautela, pero en lugar de una respuesta, dos ojos brillantes aparecieron en la oscuridad.

Era un tigre blanco.
Ojos que brillaban como llamas blancas, el sonido de pasos constantes que se acercaban desde las sombras.

“Emanas la energía del bastardo oriental”.
Se oyó la voz de un hombre extraño.
El hombre que emergió de la oscuridad era un joven alto y de cabello blanco. Exudaba un aura ruda pero cautivadora. Su sombra se superponía a la de un gran tigre.
"¿Quién eres?"
Sua preguntó con voz temblorosa.
“Guardián del Oeste”.
Sus labios se curvaron amargamente.
"Es un tigre blanco."
Unos ojos plateados la atravesaron. Por un instante, su corazón latió con fuerza. ¿Era miedo o el poder abrumador de esos ojos?
“Si has recibido la huella del Dragón Azur, ya no podrás vivir como humano”.
Dijo con indiferencia.
El equilibrio se ha roto. Todos estamos despertando.
Sua meneó la cabeza.
"Solo soy... una persona común y corriente. ¡Ni siquiera quería esto!"
En ese momento, Baekho dio un paso más cerca y la agarró de la muñeca.
“No mientas.”
Su agarre era frío y fuerte, pero curiosamente, no era del todo aterrador. En cambio, un escalofrío inexplicable me recorrió el pecho.
Después de un rato, soltó mi mano y caminó hacia el final del callejón.
No hay nada que temer. No tengo intención de hacerte daño ahora mismo.
Su silueta desapareció en la oscuridad, junto con la imagen residual de un tigre blanco.
Su-ah, que se quedó sola, se arrodilló y jadeó en busca de aire.
El patrón grabado en su pecho brillaba aún más intensamente.
“Dragón Azul… Tigre Blanco… ¿Por qué yo…?”
La ciudad brillaba con luces pacíficas, pero Sua ya lo sabía.
Ahora su vida cotidiana nunca podrá volver a ser como era antes.
En ese momento, una luz extraña apareció a lo lejos, tiñendo de rojo el cielo nocturno.
La luz roja que se extendía a lo largo del río no era un simple cartel de neón.
Mi corazón volvió a latir con fuerza. Algo... un nuevo poder, un sentimiento que me llamaba.
