Así que los soldados nos llevaron al lugar donde entrenaríamos y viviríamos.
Ahora, se entrenarán aquí, se convertirán en soldados de pleno derecho e irán a la guerra. Si descuidan su entrenamiento, lo más probable es que sean los primeros en morir en el campo de batalla. Así que espero que entrenen con diligencia y se conviertan en soldados orgullosos de nuestra patria. Ya les he entregado todos los avisos de hoy, así que por favor, vayan a sus habitaciones y descansen.
Un soldado que parecía de alto rango dio el anuncio brevemente y se marchó. Luego, cada uno entró en las habitaciones con sus nombres y descansó. Las habitaciones estaban diseñadas para dos o tres personas, y terminé compartiendo habitación con Wonwoo, que también era del mismo orfanato. Quería compartir habitación con Jihoon, pero este no entrenaba como soldado, sino como enfermero, así que los lugares de entrenamiento eran diferentes, e incluso las habitaciones estaban en lugares distintos. Mientras que mi lugar de entrenamiento estaba cerca del campo deportivo o del campo de entrenamiento, el de Jihoon estaba más cerca de un centro médico donde los reclutas podían recibir tratamiento. Así que, aunque entrenábamos en el mismo campo, no tuvimos muchas oportunidades de vernos. Pero me alegré mucho de estar en el mismo lugar que tú y de verte la cara, aunque solo fuera por un momento. El entrenamiento duraba desde el amanecer hasta el anochecer, y era duro, pero no tenía por qué desesperarme por no poder hacer nada como antes. En el orfanato, Jihoon y yo éramos mi mundo entero. Pero ahora, muchas cosas han arraigado en mi vida. Hice muchos amigos durante el entrenamiento y superiores que me entrenaron con rigor, pero parecían preocuparse por nosotros. Todas estas personas se arraigaron en mi mundo y me ayudaron a soportar el duro entrenamiento. Pero incluso ahora, cuando las cosas se ponen difíciles, solo puedo pensar en Ji-hoon. Por eso fingía estar enfermo solo para verte, o incluso iba a verte cuando tenía una lesión leve que ni siquiera me dolía. Y nunca muestro mi dolor ni mis dificultades a mis compañeros, pero cuando te veo, termino haciendo un berrinche como un niño pequeño, diciendo que tengo dolor y que estoy pasando apuros. Y tú, mientras soportabas todas mis rabietas infantiles, te preocupabas por mí y me animabas aunque tú también estuvieras pasando apuros. De hecho, siempre que sentía los límites de mi cuerpo durante el entrenamiento, me culpaba y luchaba, y muchas veces hundía la cara en la almohada y derramaba lágrimas sin que nadie se diera cuenta. Pero en esos momentos, tus palabras de aliento, diciéndome que podía lograrlo, y tu sonrisa siempre mirándome, me dieron fuerzas. Así fue como me sentí satisfecho con mi vida de entrenamiento y me adapté poco a poco.
