Carta de la noche y después

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Era finales de primavera en Seúl, y aún flotaba un ligero frescor en el aire nocturno. Acababas de terminar una actuación en una pequeña sala de conciertos de Hongdae, guitarra en mano. Después de que se apagaran las luces y cesaran los aplausos, te topaste con alguien camino a los camerinos.

Un hombre con camisa blanca, vaqueros, mascarilla y sombrero calado. Al principio, no lo reconociste. Pero su mirada, un aura cálida que resultaba a la vez familiar y desconocida, te detuvo en seco.

“Tocas bien la guitarra.”