* * *
Hoy vuelvo a morir en lo profundo del mar.
El sonido del agua llenando tus oídos y la conversación entre los peces que hay en ella.
La pequeña ballena me hizo señas y las algas danzantes se envolvieron alrededor de mis muñecas y tobillos.
No te vayas. No te vayas.
En esa agua profunda, yo, que no tengo branquias, siento que el agua me llena el estómago.
Los peces vivos que respiran me envían una frecuencia desconocida.
Mis manos simplemente revolvían lentamente el agua, empujando las burbujas a la superficie.
Y entonces mi cuerpo fue empujado más y más profundamente hacia el abismo.
Arriba, me empujó el hombro y me despeinó el pelo,
Abajo me agarró el brazo y me lo rompió.
Sus ojos, pesados por el agua, cerraron sus párpados, dejando escapar una corriente nebulosa, como de aguas profundas.
Intenté sacudirme la muerte de encima como si me sacudiera el sueño del agua salada adherida a mis pestañas.
El pez respirador atravesó mi ropa y se dispersó, respirando levemente.
Apenas sin aliento.
Me estaba resultando muy difícil sobrevivir.
El dobladillo de la ropa, que se había vuelto pesado por haber bebido agua, se dirigió silenciosamente hacia el lugar más profundo.
Se hundió.
Sus fuertes manos se apretaron alrededor de mi cintura.
Silencio. Silencio.
Desapareció.